En el artículo
de hoy vamos a tratar desde la evidencia científica el impacto que tiene sobre
el tejido graso la actividad física.
Estudios
genéticos y patológicos, así como estudios de observación y de intervención,
han establecido el papel decisivo de la dislipemia, especialmente la
hipercolesterolemia, en el desarrollo de la ECV (enfermedad cardio vascular). En
el plasma sanguíneo, los lípidos como el colesterol y los triglicéridos están
unidos a varios tipos de proteínas (apoproteínas) para formar las
lipoproteínas. Las HDL no causan aterosclerosis, sino al contrario, tienen
propiedades antiaterogénicas. Sin embargo, las LDL, particularmente las LDL
pequeñas y densas, son aterogénicas. Aunque en la actualidad hay una corriente
que afirma que no hay asociación directa entre colesterol-Ldl y enfermedad
cardíaca, prueba de ello es una reciente revisión sistemática (Ravnskov,2016). Dicha
revisión tiene sus limitaciones entre ellas que en los estudios revisados solo
se examino el colesterol-Ldl y dejaron de lado el colesterol-Hdl teniendo este
una relación inversa entre colesterol y mortalidad. Por lo tanto esta corriente
a pesar de ser una revisión sistemática no proporciona una evidencia sólida de
que el colesterol-Ldl sea bueno para la salud.
La estrategia más eficaz para la reducción del Colesterol total, es la
limitación o reducción de energía y un aumento del gasto energético. Esto se
lleva a cabo mediante la conjunción de dieta y EF, siendo muchos estudios los
que corroboran tales beneficios (Dutheil et al., 2013; García-Martos et al.,
2010; Ramage et al., 2014).
Entrenamiento de
Fuerza y perfil lipídico
El trabajo de
fuerza aumenta la producción de hormona de crecimiento, testosterona,
adrenalina y noradrenalina. Ejercicios con número de repeticiones medias (8-12)
más que con alto número de repeticiones y a una intensidad submaxima. (Kraemer
y col. 1990)
Los niveles de
adrenalina y noradrenalina liberada durante la realización del trabajo de
fuerza, estimula la movilización de la grasa almacenada y activa la enzima
lipasa, que descompone los triglicéridos (almacenados en los adipocitos) en
ácidos grasos libres. (Polak, 2005).
El entrenamiento
de fuerza también es una interesante opción para incrementar de manera
indirecta los valores de colesterol-Hdl ya que el entrenamiento de fuerza
incrementa el gasto calórico y un gasto calórico de 900 kcal semanales está
relacionado con un aumento de 1,4 mg/dl de colesterol-Hdl
El entrenamiento
de fuerza aumenta el EPOC (consumo de oxígeno post ejercicio), así como la
propia sesión producirá cambios sobre el metabolismo energético. Parece ser que
el periodo post ejercicio es potencialmente significante en la prescripción de
ejercicio para la pérdida de peso (Warren et. Al, 2009) Binzen y colaboradores
(2001) encontraron que tras una sesión de entrenamiento de fuerza en mujeres la
energía consumida se mantuvo elevada durante 1 hora y la utilización de energía
era a través de la oxidación de las grasas. Durante los últimos 30 minutos de
recuperación la oxidación de grasas se había aumentado significativamente en
comparación con un grupo control. Estos resultados se obtuvieron mediante el
siguiente protocolo: ejercicios con cargas de 70-80% RM con descansos de 60
segundos. Resultados similares fueron encontrados por Osterberg & Melby
(2002) que en mujeres encontraron que tras un entrenamiento de fuerza agotador
incrementó el metabolismo basal 3 horas tras el ejercicio y se mantuvo elevado
hasta el siguiente día (16 hora pos-ejercicio) un 4.2%. En cambio otros autores
como Elliot y colaboradores (1992) solo encontraron un aumento del metabolismo
30 minutos después de un circuito de media-alta intensidad en mujeres y
hombres. Parece ser que la diferencia en la alimentación y en los protocolos de
fuerza generan tal diferencia (Binzen et al., 2001).
Se ha comprobado
como el ejercicio contra resistencias puede reducir adiposidad total (Banz et
al. 2003; Shaw et al., 2009). El protocolo seguido fue de 3 series de 15
repeticiones de ejercicios para trabajar todos los grupos musculares de manera
global con una intensidad del 60% 1-RM. Siguiendo en este estudio afirman que
este protocolo no es suficiente estimulo
para la grasa localizada en abdomen, pero que si reduce la adiposidad total
manteniendo la masa muscular.
Entrenamiento
cardiovascular y perfil lipídico
El entrenamiento
de resistencia afecta casi exclusivamente al componente graso, asi como mejora
los niveles de presión sistólica, diastólica, colesterol total y los niveles de
triglicéridos, siempre acompañado de dieta (Thorogood et al., 2011). Mientras
que el entrenamiento con cargas modifica el componente muscular de manera
significativa, además del graso. Según un metaanálisis (Kodama,2007) el
entrenamiento aeróbico moderado 120 min semanales produce un aumento de 2,53
mg/dl de colesterol-Hdl originando una reducción del 7,6 % el riesgo de sufrir
enfermedad cardiovascular
Por ello, un
programa de ejercicio físico para la prevención y tratamiento de la obesidad y
sobrepeso debe contener tanto ejercicios de carácter aeróbico, donde busquemos
la estimulación del metabolismo lipídico, como ejercicios contra resistencia
donde busquemos una mejora de nuestra estructura muscular.(Suleen, et al. 2012)
HIIT y perfil
lípídico
Otro de los
métodos usados durante el proceso de entrenamiento ha sido el entrenamiento
interválico de alta intensidad (HIIT en adelante por sus siglas en ingles
High-Intermittent Interval Training). Este tipo de entrenamiento consiste en
alternar periodo de entrenamiento de alta intensidad con periodos de baja
intensidad y está diseñado para aumentar el tiempo total de alta intensidad
durante una sesión de entrenamiento (Schoenfeld & Dawes, 2009). Un
entrenamiento de HIIT puede realizarse por medio de ejercicios cardiovasculares
como esprines y jogging o protocolos usando pesas o barras, en estos últimos
habrá que tener en cuenta que a medida que el tiempo transcurre la calidad
técnica del movimiento se puede reducir por lo que será necesario encontrar
ejercicios que provoquen un estimulo interesante y su complejidad técnica y
riesgo de lesión no sean altos
Los estudios
(Boutcher, 2011) demuestran que el entrenamiento mediante HIIT maximiza la
reducción de la pérdida de grasa, el gasto calórico total y la descomposición
de la grasa en comparación con el entrenamiento cardiovascular extensivo
(Schoenfeld & Dawes, 2009). Esto se debe a que la alta intensidad de un
entrenamiento HIIT lleva a la homeostasis a su desequilibrio, además gasta más
calorías durante la sesión y pos sesión, obteniendo los beneficios vistos
anteriormente por el trabajo de fuerza y el aumento de EPOC.
Como hemos
podido evidenciar la conjunción de dieta y actividad física es la mejor
estrategia para mejorar el perfil lipídico y como consecuencia menor riesgo de
sufrir ECV. A partir de ahí es función de un preparador/a físico-entrenador/a de
prescribir actividad física atendiendo a
la características individuales de cada persona y conociendo el impacto que
tiene los diferentes tipos de entrenamiento sobre el perfil lipídico.
Iván Delgado
García
Lcdo. Ciencias de
la Actividad Física
Máster
Entrenamiento Personal
Entrenador
Personal NSCA-CPT
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